Miedo

No me acuerdo bien cuándo fue que apareció caminando al lado mío.

Por ahí al mismo tiempo que fui despegándome de mis papás. Se hizo más grande cuando pasé esa etapa de la adolescencia, donde todo es divertirse y llevarse el mundo puesto. Hace años que me sigue, paso a pasito. Y noto que cuanto más crezco yo, más crece. Últimamente me respira en la nuca en cada decisión, cada vez que me voy lejos de casa, o pienso en todo lo que podría pasar en la vida, conmigo, con las personas que más quiero.

Hace no mucho tiempo aprendí su nombre.

Se lo pregunté, ya cansada de sentir una bola de angustia en la boca del estómago tan seguido, habiendo notado que a veces no disfrutaba tanto las cosas como el resto por estar preocupada.

"Miedo", me respondió. "Me llamo Miedo, mucho gusto. Qué bueno que al fin nos presentamos, voy a estar caminando al lado tuyo durante toda tu vida".

Mi tía Luz me contó una vez que la vida simplemente es CON Miedo. La gran pregunta es si vamos a dejar que él tome nuestras decisiones y se apodere de nuestras actitudes. Como parece que va a estar acá cerquita siempre, capaz lo mejor sería, en vez de esperar a que se vaya, tomarlo de la mano y decirle “vamos a hacer esto juntos”.

Feli, psicóloga, me explicaba el poder de la mente. “El futuro no existe”, decía, y todo imaginario que hagamos sobre él puede estar cargado de miedo o no… La decisión? Nuestra. Si vamos a imaginar, imaginemos para bien!

Cuando hicimos el curso prematrimonial con Jerónimo nos preguntaron cuáles eran nuestros miedos, mirando a nuestra vida juntos. La lista era larga. Entonces Agustín, el cura, nos enseñó: a esos miedos les respondemos con sueños. Por cada cosa que nos asuste, cada cosa que no queramos que pase, dibujemos la que sí y en su máxima potencia. Y llevemos esa como bandera.

En definitiva, acá nadie controla nada y lo que tenga que pasar, va a pasar. Capaz, cuanto antes aceptemos eso, más fácil va a ser darle la mano a Miedo y explicarle cuál es su lugar en nuestra vida, para que nos deje disfrutarla y no sufrirla, que al fin y al cabo a eso vinimos.