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Los invasores

  • gauchabsas
  • 10 jul 2023
  • 2 Min. de lectura

"Cuidado con la soledad. Es peligrosa, adictiva. Una vez que te das cuenta cuánta paz hay en ella, no quieres lidiar con la gente", mandó Jung (menos mal que no le tocó la pandemia je).


Tiene un punto el hombre.

Por suerte están los invasores. Los que llegan sin pedir perdón ni permiso, tiran abajo la puerta, entran con pies sucios y dan vuelta ese lugar que con tanto tiempo y esfuerzo me fui armando, donde todo lo mío estaba donde tanto me gustaba.

Si tocaban el timbre, por ahí yo no abría.

Pero pasaron porque sabían - en algún punto - que podían. Y fue lo mejor que me podría haber pasado.

Descolocó. Hubo que compartir.

Hubo que respirar profundo para no mandar a cagar a nadie.

Hubo que dejar algunos de mis tiempos y mis caprichos para después.

Hubo que preguntar, porque ya no estaba todo tan claro. Y hubo que hablar de cosas que no quería solo porque había otro preguntando.

Y upa, me conocí.

Alguien se rio de mis estupideces y aprendí que yo también podía reírme. Alguien me escuchó sufrir por mis mambos y aprendí que si los saco a la luz no son tan oscuros - es más, son lindos. Alguien me enseñó como tratar a otra persona que no soy yo. Y así, como volver a tratarme a mi.

Vi mis puntos flojos y los más fuertes. Y mis opiniones diferentes. Entendí que mis pensamientos parecen un elefante en los rincones de mi mente, pero no son la realidad. Perspectiva. Sabor. Complemento.


Entonces, mi linda soledad, puede que sea tan importante saber tenerte como saber perderte. Perder el balance es parte de una vida equilibrada, dicen por ahí. Así que embarren todo nomás. Y gracias por ni pedir permiso.


 
 

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